Imagen cortesía de Sandro Williams en Pixabay
Hace varias décadas, en Mauricio, una isla cerca de la costa de Madagascar, un grupo de investigadores de la OMS sentó a casi 1,800 niños de tres años, uno a la vez, les pusieron audífonos, y unos segundos después, los expusieron a un ruido desagradable de objetos metálicos. Con electrodos, los investigadores registraban el monto de sudoración en la piel de los chicos, en intentos posteriores. Evidentemente, para la segunda y tercera vez que escuchaban el tono, la asociación detonaba en la mayoría una sudoración intensa, anticipándose al ruido. (Raine et al., 2009)
Veinte años después, 137 de los niños tenían historiales criminales: robo, violencia, agresión. Al comparar con una muestra de historial equivalente entre el resto de la población, encontraron que los criminales, nunca sudaban en el experimento. Desde los tres años, mostraban una completa falta de anticipación. De acuerdo con Adrian Raine (2014), líder en el campo de la neurocriminalística, los psicópatas nunca conectan su conducta con el castigo, pues no experimentan emociones de la misma forma que el resto de la población.
Raine considera que esta conexión emocional entre la acción y el castigo, da pie a la culpabilidad, y es lo que evita que la mayoría de nosotros cometamos crímenes. Pero si no nos importan las consecuencias, descartamos las reglas de la sociedad y cometemos el crimen. Lo interesante es que sus investigaciones muestran marcadas diferencias fisiológicas entre psicópatas y la población general.
- La amígdala, una pequeña área en forma de almendra que gobierna emociones como la ansiedad, miedo, empatía y el pesar, muestra una reducción en volumen de aproximadamente 18%.
- Hay menos materia gris en la corteza prefrontal, que regula el control de impulsos y la toma de decisiones.
- Tienen mayor probabilidad de un defecto cerebral del desarrollo, conocido como cavum septum pellucidum.
- Metabolizan la glucosa en ritmos distintos en varias regiones cerebrales.
- El área que procesa las recompensas, el cuerpo estriado, es más grande que el promedio general.
Raine adquirió interés en este tema, cuando en los 70, antes de la universidad, trabajó para una institución de caridad, acompañando a niños y adolescentes a campamentos de verano. Notó que, sin importar las estrategias usadas, algunos chicos eran agresivos y trasgresores con sus compañeros.
«Los psicópatas pueden conocer la diferencia legal entre el bien y el mal, pero ¿tienen la sensación de lo que está bien y lo que está mal? Se cree que las emociones son fundamentales para el juicio moral, y proporcionan la fuerza impulsora para actuar moralmente.» (Raine, 2008).
Como dice el neurólogo Antonio R. Damasio en su libro «El error de Descartes» (1996), que, aunque solemos pensar que la emoción perturba el pensamiento racional, «la reducción de la emoción puede constituir una fuente igualmente importante de comportamiento irracional«.
Por décadas diversas disciplinas se han enfocado en los factores sociológicos del crimen: condiciones económicas, entorno, familia. Pero somos seres biopsicosociales, y la biología siempre es parte de nuestro contexto conductual. Lo curioso, es que esta baja respuesta cardiaca ante estímulos, no sólo se encuentra en psicópatas, sino también en personal de escuadrones antibombas y militares especializados en misiones de alto riesgo. Hay formas socialmente aceptables de buscar esta estimulación óptima que los psicópatas no alcanzan fácilmente.
En otros estudios, se han encontrado psicópatas altamente funcionales, integrados a la vida social. Al estudiar su fisiología, Raine encontró la misma reducción de la amígdala, pero no la de la materia gris, por lo que considera que tienen una mayor inteligencia, que les permite detectar y manipular a su favor las señales del entorno. Por ejemplo, los índices de psicopatía en el mundo de negocios se cuadruplican en relación con la población general: toman decisiones rentables sin importar el costo humano, así como mayores riesgos (que pueden generar mejores ganancias).
En la población general se estima un 1% de personas psicopáticas, y sube hasta a 35% entre población carcelaria. Se estima que los psicópatas (una minoría poblacional), son responsables de hasta el 65% de los crímenes cometidos. Aunque hay muchos factores individuales y sociales asociados a la conducta criminal, ya sea que estos cambios sean causa o consecuencia de la psicopatía, de estar asociados al origen, se abre un debate importante. ¿Debemos buscar estas señales en la población general, para detectar las tendencias psicopáticas desde lo biológico? ¿Cómo intervenir entonces?
Hay quienes consideran que todo tipo de marcador biológico no hará más que estigmatizar a estos niños, ya que no aseguran que se convertirán en psicópatas. Particularmente hay que tomar en cuenta el hecho de que el niño está en formación, y está lejos de concretarse la personalidad adulta. Otros creen que la detección temprana, ayudará a los padres a enfatizar alternativas que brinden herramientas a estos chicos.
¿Pero qué herramientas? Los castigos no hacen más que consolidar el ciclo de desafío y violencia; los modelos de terapia tradicional únicamente les dan nuevas formas de manipular a los demás. Caldwell et al. (2007), han implementado un modelo basado en el reforzamiento positivo. El personal está pendiente de cualquier tipo de comportamiento deseado, por pequeño que sea. Se le da una pequeña recompensa, que va escalado si persiste el buen comportamiento: una palmada en el hombro se convierte en un chocolate, que da paso a un videojuego, etc. Básicamente, se le muestran los beneficios de convivir con la sociedad.
Lo sorprendente, es que al comparar a 300 chicos que habían pasado por el programa, contra un grupo control, cinco años después, la reincidencia fue del 64%, contra 98% en el grupo control. Su probabilidad de cometer crímenes violentos se redujo en un 50%, sin homicidios, contra 16 homicidios perpetrados en el grupo control.
La identificación de los factores de la psicopatía, por sí solos, no bastarán: hay que seguir buscando alternativas que vayan más allá de esperar al eventual crimen y encarcelamiento.
Referencias:
Caldwell, M. F., McCormick, D. J., Umstead, D., & Van Rybroek, G. J. (2007). Evidence of Treatment Progress and Therapeutic Outcomes Among Adolescents With Psychopathic Features. Criminal Justice and Behavior, 5, 573–587. https://doi.org/10.1177/0093854806297511
Damasio, A. R. (1996). El error de Descartes. Andres Bello.
Raine, A., Liu, J., Venables, P. H., Mednick, S. A., & Dalais, C. (2009). Cohort Profile: The Mauritius Child Health Project. International Journal of Epidemiology, 6, 1441–1451. https://doi.org/10.1093/ije/dyp341
Raine, A. (2008). From Genes to Brain to Antisocial Behavior. Current Directions in Psychological Science, 5, 323–328. https://doi.org/10.1111/j.1467-8721.2008.00599.x
Raine, A. (2014). The Anatomy of Violence. Vintage.

Basada en una obra en ciudadsana.wordpress.com
Ante pregunta que me llegó por redes, sobre la responsabilidad judicial del psicópata, comparto lo siguiente:
Se ha intentado usar estos avances para evitar el castigo penal en EUA y otros países, pero prácticamente todos las autoridades han coincidido en que no es excusa para evitar o mitigar una condena. Es más, un estudio encontró una tendencia donde los jueces se ensañan más, y aumenta la probabilidad de pena de muerte, aparentemente al «deshumanizar» al reo ante la percepción del juez. Se retoma más bien para evaluar la peligrosidad en relación a la libertad condicional, y estrategias de prevención del crimen.
Comparto algunas fuentes adicionales al respecto:
References
Aspinwall, L. G., Brown, T. R., & Tabery, J. (2012). The Double-Edged Sword: Does Biomechanism Increase or Decrease Judges’ Sentencing of Psychopaths? Science, 6096, 846–849. https://doi.org/10.1126/science.1219569
(Este artículo está disponible completo en el sitio de Science)
Fine, C., & Kennett, J. (2004). Mental impairment, moral understanding and criminal responsibility: Psychopathy and the purposes of punishment. International Journal of Law and Psychiatry, 5, 425–443. https://doi.org/10.1016/j.ijlp.2004.06.005
Harbottle, F. (2019). Psicopatía y capacidad de culpabilidad: un acercamiento al debate actual. Medicina Legal de Costa Rica, 36–1, 135–146. http://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1409-00152019000100135&lng=en&nrm=iso
Disponible completo en Scielo
La responsabilidad penal del psicópata. (2018, November 4). Dr. Alfredo Calcedo Barba; https://www.facebook.com/doctoralfredocalcedo/. https://alfredocalcedo.com/2018/11/la-responsabilidad-penal-del-psicopata/
Morse, S. J. (n.d.). Psychopathy and the law: the United States experience – Oxford Medicine. Oxford Medicine Online; Oxford University Press. Retrieved July 21, 2021, from https://oxfordmedicine.com/view/10.1093/med/9780199551637.001.0001/med-9780199551637-chapter-004